lunes, 25 de febrero de 2013

FpN MARCOS

CAPÍTULO 1
 
LA DEMOCRACIA
Cómo vivían la democracia los griegos
 
Aunque no dieron ciudadanía a las mujeres ni a sus esclavos, la democracia fue vivida intensamente por los griegos, y el derecho a voto, ejercido incluso en circunstancias adversas.
 
La palabra democracia proviene directamente del griego, y significa gobierno (kratos) del pueblo (demos). Y en efecto, lo que entendemos por democracia se origina en la práctica política de los antiguos griegos. La unidad política entre ellos era la polis, término que da origen a la palabra política y que suele traducirse por ciudad-estado, indicando así el hecho de que cada ciudad en la antigua Grecia podía encarnar su propio Estado, con muy diferentes formas de gobierno, leyes e instituciones.

La cercanía de estas múltiples formas de gobierno, y la propia genialidad de los griegos, generó un prolongado estudio y comparación de las mismas, que dio origen a la filosofía política occidental. Sin duda, otros pueblos practicaron distintas formas de democracia, pero fue esta asociación de práctica política democrática y permanente pensamiento crítico respecto de la misma, lo que moldeó y dio nombre a lo que se espera hoy de un régimen político democrático.

Para los griegos la democracia era un sistema de gobierno que se oponía a otros dos: la oligarquía y la monarquía.


La monarquía es el gobierno en que una sola persona manda. La oligarquía es el gobierno de los 'pocos', en que un grupo pequeño, generalmente los más pudientes, gobiernan. Frente a estos sistemas, la democracia se entendía como el gobierno de todos, en el cual cada ciudadano ejercía de modo directo su voluntad mediante votaciones en asambleas.

Los griegos nunca concedieron esta ciudadanía a las mujeres, ni tampoco cuestionaron la institución de la esclavitud, de modo que a nuestros ojos su democracia puede, en la práctica, resultar muy limitada, pero histórica y filosóficamente su esplendor es inagotable.
DOS HISTORIAS NOTABLES Y OTRA, NO

Podemos vislumbrar lo que fue esta vida democrática en muchos testimonios que nos han legado los escritores antiguos. La historia registrada por Jenofonte en su Anábasis, por ejemplo, muestra cuán profundamente arraigado estuvo el ideal democrático entre los griegos.

Cuenta este relato las extraordinarias peripecias de un grupo de casi once mil griegos, que servían como mercenarios al rey persa Ciro alrededor del 400 a.C. Aunque ellos ganan todas las batallas, Ciro perece y los griegos quedan abandonados a su suerte en medio del territorio persa, a miles de kilómetros de su patria, sin dinero, sin guías ni provisiones, rodeados de enemigos. Para colmo, les matan a todos sus generales. Durante un año y medio realizarán una larga marcha, combatiendo a los persas y a unos veinte pueblos hostiles.

Durante todo este tiempo eligen a todos sus líderes por votación, discuten en asambleas cada decisión importante, escuchando y sopesando las distintas opiniones. A pesar de las enormes diferencias sociales y culturales entre ellos, sorprende aún hoy el clima de profunda igualdad en las asambleas, donde el voto de un pastor vale lo mismo que el del aristocrático Jenofonte.
Otro famoso episodio nos muestra un ejemplo de la capacidad autocrítica, que juzgamos esencial al ejercicio democrático.


Alrededor del 430 a.C., la ciudad de Mitilene se había rebelado al imperio ateniense y, en castigo a esta rebelión, la asamblea había condenado a muerte a toda la población masculina adulta y sometido a esclavitud a todas las mujeres y niños. Mientras un barco ya viajaba con la funesta orden, cundió la inquietud en Atenas, según cuenta Tucídides: "… al día siguiente, les sobrevino un cierto arrepentimiento, unido a la reflexión de que la resolución tomada, de aniquilar una ciudad entera en lugar de a los culpables, era cruel y monstruosa". Se decidió discutirlo nuevamente. Se escucharon muchas opiniones, de las cuales Tucídides reproduce dos.

A favor de la condena, el discurso de Cleón, quien precisamente había logrado que se aprobara la anterior moción de matar a los mitilenos. En contra de esta decisión habló Diódoto, del cual desgraciadamente no tenemos ninguna otra noticia que su extraordinario discurso conservado por Tucídides, una de las más notables piezas conservadas de la retórica antigua. En resumen, tras una nueva votación, se decidió anular la orden de muerte contra los mitilenos y una nueva nave partió tras la anterior, que llevaba un día de ventaja: "la velocidad de navegación fue tal, que los hombres comían harina amasada con vino y aceite sin dejar de remar… y como por fortuna no sopló ningún viento contrario y la nave primera no navegaba con prisas hacia una misión desagradable, mientras la segunda se apresuraba del modo que hemos visto… atracó a continuación de la otra y pudo impedir la matanza".

Por cierto, el sistema tropezaba y caía constantemente: baste señalar que el filósofo Sócrates fue condenado a muerte por votación popular.


 
 
 

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